Al llegar a la localidad, lo primero que destaca es la alta torre de la iglesia, adosada a sus muros parroquiales y situada en lo más alto del pueblo. Aunque su advocación original es a Nuestra Señora del Día y del Sol, es conocida localmente como la Virgen de Diasol. Para acceder a la iglesia, se debe ascender por las estrechas calles de la villa, donde se pueden observar las casonas de la nobleza rural aragonesa, con sus grandes portales adovelados y blasones.
En lo alto del cerro, la iglesia impresiona por su aspecto fortificado, reforzado por su ubicación sobre la roca, la solidez de sus muros y la sobriedad de su torre campanario. Aunque poco se sabe de sus orígenes, su arquitectura sugiere que es un templo románico tardío, construido en el siglo XIII, pero profundamente remodelado en 1703, como indica una inscripción en su fachada. Se dice que el antiguo castillo medieval estaba en este mismo lugar, y que algunos restos de sus muros aún forman parte de las estructuras de la base de la iglesia.
El acceso al interior se realiza por una escalinata con un arco adovelado de piedra sillar. En su interior, la iglesia alberga tallas de los siglos XVII y XVIII, además de una pila de agua bendita del siglo XV. Uno de los elementos más curiosos de su historia es un sillar descubierto en 1985, durante una restauración, con una inscripción romana del siglo I, que resultó ser un epitafio de un miembro de la familia de los Atilios, una familia destacada en la región.
Desde la zona sur, donde se conserva el antiguo cementerio, se puede disfrutar de impresionantes vistas del río Arba de Luesia, la Sierra de Santo Domingo, las Bardenas y el Moncayo.
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