Esta pequeña localidad, dependiente administrativamente de Ardisa, destaca por su entramado urbano que refleja su antigüedad. Entre sus edificaciones sobresale una iglesia construida en el siglo XX. Aunque exteriormente tiene un diseño moderno, en su interior alberga valiosos tesoros históricos, como una talla barroca de Cristo en la Cruz, una imagen de El Salvador también barroca y un fragmento de un retablo de la misma época, que enriquecen su decoración.
Con una población reducida, la localidad ofrece un ambiente tranquilo y apacible. Durante el verano, sin embargo, su población aumenta con la llegada de visitantes que buscan disfrutar de la naturaleza que la rodea, ya que está enclavada entre verdes montañas y fértiles valles de cultivo.
En tiempos pasados, la zona fue conocida por la cercanía de unas importantes minas de cobre. Además, en sus proximidades se encuentra la ermita de Miramonte, un encantador destino, y los restos de un antiguo poblado íbero, que añaden un toque de interés histórico al paisaje natural de la localidad.
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